La ciudad tiene dos problemas: dentro de las cuatro avenidas -que delimitan el centro de la ciudad- se encuentran la mayorÃa de las actividades que desarrollamos cotidianamente y se encuentran las propiedades más valiosas de la ciudad. Es una concentración de usos y riquezas.
Desde la ciudad se puede atacar estos dos problemas con una misma solución: creando nuevas centralidades repartidas por la ciudad.
Para empezar, deberÃamos reflexionar qué asuntos nos obligan a trasladarnos al centro y no nos dejan otra alternativa. Los motivos pueden ser de los más diversos: educación, deportes, salud, esparcimiento, compras, trabajo.
Pero ¿qué pasarÃa si podemos resolver muchas de esas cuestiones en la proximidad de nuestro hogar? Si ya no necesitamos ir al centro, todos ganamos en tiempo y aquellos que indefectiblemente tengan que seguir yendo, se encontrarán con menos tránsito y menos gente por las calles, porque muchos vecinos ahora pueden resolver sus asuntos en sus barrios.
Según el modelo que está llevando a cabo en ParÃs, con el profesor Carlos Moreno, la ciudad queda medida en tiempos. Cada distrito está organizado de manera que sus residentes tengan todo lo que necesita no más de quince minutos de su hogar.
El primer paso, entonces, es descentralizar las funciones. En este esquema, los estudiosos encontraron que el centro de cada barrio parisino es su escuela. Por lo que usan el edificio escolar como punto de encuentro y reunión de los vecinos de ese barrio.
Aprovechando un edificio público que está desocupado la mayor parte del dÃa y sobre todo los fines de semana, allà se realizan las ferias francas, las audiencias públicas, los cursos de computación, los talleres de teatro. Los festivales de música popular o las charlas sobre temas de salud. Asà se va generando una serie de comercios alrededor de la escuela, un almacén, una panaderÃa, una sucursal del correo, una delegación municipal. Y los profesionales independientes pueden alquilar en esa zona espacios para ofrecer sus servicios, contadores, abogados, veterinarios. Todo esto va generando un nuevo centro.
En el caso argentino, el arquitecto Jorge Moscato propone que la ciudad está dividida en clubes de fútbol -o en sus clubes sociales y deportivos- y podrÃamos usarlos como el centro comunitario de cada distrito. Los clubes Mitre, Sarmiento, Tokio, y cada uno de los que le van dando la identidad a cada barrio podrÃan ser los protagonistas de esta nueva ciudad.
Sin embargo no es la única alternativa; MartÃn Lozina, vecino de Posadas, propuso que los centros de salud sean esos nuevos centros que los barrios necesitan, ya que naturalmente en cada uno de ellos empieza a aparecer una serie de comercios alrededor desde farmacias, hasta locales de comida al paso, consultorios privados, laboratorios y se va construyendo una nueva centralidad.
El segundo paso es redistribuir los usos del suelo, la mayor riqueza de una ciudad está en su suelo y en qué hace con él. Imaginemos que tenemos 800 pesos en una mano y nada en la otra, y si niveláramos las asimetrÃas dentro de nuestra ciudad podrÃamos tener un billete de 500 pesos en cada mano. Evidentemente, al mirar la mano que tenÃa 800 podrÃamos creer que tenemos menos dinero, pero en realidad ahora tenemos más, mejor distribuido: nuestro dinero sumarÃa 1.000 pesos. Eso mismo sucede con los terrenos de nuestras ciudades.
La manera que tiene la Municipalidad de incrementar el precio de sus terrenos es a partir de una buena planificación urbana y de inversiones públicas en infraestructura.
En definitiva, la ciudad tiene el poder de generar plusvalÃas a partir de los cambios en el uso del suelo, permitiendo incrementar las densidades, o con equipamiento urbano.
Por ejemplo, eximiendo del pago de la tasa municipal a todas las clÃnicas con internación que quieran instalarse en el centro de Itaembé MinÃ, motivarÃamos a equilibrar los desbalances que hay dentro de nuestra jurisdicción.
En cuanto a las obras de infraestructura, en la mayorÃa de los casos, si sumamos todo lo que aumentan de precio los terrenos frente a una nueva avenida asfaltada, el monto acumulado puede ser mayor que el de la obra misma de asfaltar la avenida, alguno se podrÃa aventurar a decir que se paga sola, siempre que contemos con instrumentos que capten esa plusvalÃa.
Desde el suelo, las ciudades pueden obtener financiación de muchas formas, el impuesto al suelo es el más común, pero también existen otros. Un ejemplo es el FDU, un fondo creado a partir de los Derechos de Desarrollo que pagan las constructoras para edificar en altura. La densidad mÃnima debe ser gratuita, pero la densidad máxima que permite un terreno debe ser comprada a la ciudad.
Los permisos excepcionales por cambios de uso y densidad del suelo también podrÃan negociarse públicamente a cambio de -como sucede en otros paÃses- viviendas sociales o espacios verdes.
En conclusión, la descentralización de la ciudad acompañada de decisiones técnicas que la impulsen, puede ser un futuro cercano para mejorar la calidad de vida de todos.